Estaba a punto de acabarse el Año del Gato, como está a punto de hacerlo ahora.
Ese fue nuestro último tema de conversación. Si era del horóscopo chino o del vietnamita.
Después de esa ya no no hubo más conversaciones.
Sólo discutíamos, nos enfadabamos y nos hacíamos daño.
Como gatos con el lomo erizado sacábamos nuestras uñas a la mínima, y cada noche escapábamos por los tejados de una ciudad indiferente a nuestros sigilosos pasos.
Ni los aullidos en celo, ni el sexo conseguían devolvernos un instante de roce y ronroneo.
Y como dos gatos orgullosos nos miramos desafiantes antes de separar para siempre nuestros caminos, cada uno, con una vida menos.