A veces, cuando pensaba en nosotros, me venía a la cabeza alguna de esas imágenes: un toldo hecho con un pareo de estampados africanos sustentado por cuatro palos en una playa vacía; un pabellón de madera oscura y papel de arroz con luz interior, como un farolillo en la noche; una casa flotante en un canal de Ámsterdam; la cabaña del árbol en la que jugaba de niña…
Bellas arquitecturas efímeras, y sin embargo, cimentadas invisiblemente en la profundidad de mi alma.