viernes, 22 de octubre de 2010

MARTA


No es frecuente que Marta se examine ante el espejo desnuda, pero hoy se gira un poco de lado para ver mejor su cadera derecha. Y sus sospechas se confirman. Ahí está: un incipiente lunar. Lo vió hace unas semanas, pero en la prisa de la rutina diaria lo confundió con una pequeña rozadura. Lo palpa y ve que va a ser más bien grande, de tamaño algo menor que una lenteja, y ya empieza a mostrar un colorcito tostado que resalta sobre su piel tan blanca.

Marta no tiene muchos lunares. Uno en el dedo gordo del pie izquierdo, ese es el más antiguo. Sonríe al pensar que siempre le pareció muy sexy ese lunar. De él, tal vez por contacto, al cabo de mucho tiempo nació otro más pequeñito en el dedo de al lado.

Se mira de frente. A unos cinco centímetros del ombligo: el más oscuro, el más grande.
¡Un nuevo lunar! Suspira antes de pasar otra vez sus dedos sobre él; suspira y los ojos se le revelan más brillantes.

Cada vez que Marta se enamora, un nuevo lunar adorna su cuerpo.



la imagen es un cuadro de DUMA