domingo, 12 de septiembre de 2010

DE MADRUGADA

Es de madrugada, julio, hace ya muchos días que las clases acabaron y el tiempo discurre lentamente. Laura ha estado leyendo a escondidas por debajo de las sábanas con la linterna del campamento, hasta muy tarde. Cuando una historia le interesa es incapaz de dejarla. Tampoco entiende muy bien la importancia de quedarse leyendo, si total, no hay nada que hacer al día siguiente .Hace mucho calor .Se levanta y sale al balconcito de su dormitorio que da al pequeño jardín. Lo tiene calculado: si se sienta en el suelo y se apoya en la pared, el enorme pino impide que alguien la vea. Una vez le pidió a su padre que le dejará hacerse una casita en ese árbol. Llego a subir unas cuerdas y unas maderas, pero era una empresa demasiado difícil para ella sola y allí se quedó su sueño inacabado.


Son aburridos los veranos. María Jesús, su mejor amiga se ha ido al pueblo de sus abuelos, y tampoco hay asignaturas que recuperar para septiembre. Huele bien a esas horas, ha debido de pasar la barredora hace un rato, huele a mojado y empieza a clarear.

Antes de volver a la cama, Laura, decide ir a beber agua al cuarto de baño. Se mueve sigilosamente, Todas las puertas de los dormitorios están abiertas para que corra el aire y no es cuestión de que su madre se entere de que aun está despierta. Todas las puertas están abiertas, todas… excepto la del pequeño cuarto de baño que está entornada. A punto de empujarla, se detiene, algo se refleja en el espejo que ocupa toda la pared del lavabo con la intención de agrandar el espacio. Acomoda los ojos a la luz que entra por la ventana y como si fuese una película, el espejo se convierte en una gran pantalla. Un hombre y una mujer desnudos, se abrazan, se besan. Se besan en la boca. Se susurran palabras que no alcanza a escuchar. Un instante contemplando, detenido, sin saber muy bien que hacer, hipnotizada por esa imagen. Su madre entonces se mueve un poco y gira la cabeza, y Laura sale disparada y se mete de un salto en la cama. Nunca lo hubiera imaginado, no de ellos dos. Cierra el libro que aun está entre las sábanas y el sueño le apaga los ojos y agranda en una sonrisa su boca.
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